domingo, 15 de abril de 2012

Dîvortium interruptus




Resolver quién se quedaba con el piso o el coche, entre otras propiedades adquiridas por la pareja, llevó unos minutos sin que se produjera la más mínima discusión. El problema sobrevino cuando ambos reclamaron la piel del otro como suya propia, lanzándose como animales salvajes sobre la robusta mesa de caoba de la sala de reuniones del bufete de abogados.
-¡Por favor, señores clientes, un poco de seriedad! -les exhortó el que representaba a la mujer, tras recibir en un ojo el impacto de un botón de camisa.
-¡Modérense, por amor de dios! -reclamó el otro al verles rodar sobre la mesa, unidos en un voraz abrazo.
-Al traste con el tercer intento de firmar el divorcio -dijo abatido su colega, llevándose las manos a la cabeza. Los dedos del hombre, firmemente anclados al trasero de ella, no dejaban lugar a dudas.